La oración de la fe produce el milagro.
No importa la extensión de la oración, no importan las palabras, ni la expresión gramatical. Lo que importa es la fe que se expresa a través de las palabras.
No importa si cambias de oración cada día, para ver si aquella otra fórmula consigue la curación. La fe es la que cura.
Aunque digas una oración cortita y llena de errores gramaticales, si tienes fe, ocurrirá el milagro.
La mejor oración para una sanación es aquella cuyo texto contenga ya en si la verdadera cura y cuya mentalización acreciente tu fe. En este caso la cura es infalible.
“Y la oración de la fe, curará al enfermo”.
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